En estos tiempos es fácil verse arrastrado por el miedo, el pesimismo y el egoísmo más descarnado. La pandemia, la desaceleración económica y los ecos de las guerras, reavivan los extremismos y la ira. Nos bombardean con un positivismo artificial y la autoestima parece reposar solo en los logros. Las redes alimentan la sobreexposición del yo más infantil y facilitan el linchamiento. Vivimos hiperconectados, y paradójicamente, aislados de nosotros mismos y de nuestros estados reales. Vivimos desconectados de la Naturaleza y sus ciclos, desconectados de otros seres humanos y del mundo real.
Quizá es justo ahora cuando urge ir a lo esencial, lo profundamente invisible, aquello que nos conecta a todos los seres vivos, a la Naturaleza y a la vasta inteligencia del Universo. Quizá todo lo que ocurre es una llamada a observarse, a sanar nuestras heridas y crecer, por fin, como seres humanos. Quizá liberando de nosotros la frustración, la tristeza, la ira…. dejen de reflejarse esas emociones en el mundo. Quizá, ese cambio de piel, es lo que la Humanidad necesita…